Aquí está la verdadera razón de la reforma petrolera de Calderón
Quiere EU más producción de hidrocarburos en México
■ Influyente organismo pide estar “atento” para afianzar contratos o ayuda
David Brooks (Corresponsal)
Nueva York, 14 de mayo. Estados Unidos debe enfocarse en promover una mayor producción petrolera en México mediante la participación de empresas de este país, como parte de una nueva política energética en el hemisferio, propuso el Consejo de Relaciones Exteriores.
“Hay que centrarse en aumentar la producción de petróleo y gas a través de contratos de servicios de empresas estadunidenses (permitidos por la ley mexicana vigente) y mediante la asistencia en aguas profundas del Golfo de México. Estados Unidos también debe estar listo para promover la inversión en Pemex si el gobierno mexicano la busca”, recomendó un grupo de trabajo de alto nivel patrocinado por el Consejo de Relaciones Exteriores (CRE) en su informe Relaciones Estados Unidos-América Latina: una dirección para una nueva realidad, presentado hoy.
El informe, que evalúa el panorama actual de las relaciones estadunidenses con América Latina, identifica la “seguridad energética” como una de las bases para formular las políticas a futuro de Washington para la región. Señala que América Latina suministra casi 30 por ciento del petróleo que Estados Unidos recibe del exterior, con México como su tercera fuente en importancia después de Canadá y Arabia Saudita.
El factor Cantarell
Agrega que México tiene aproximadamente uno por ciento de las reservas conocidas del mundo y actualmente aporta 14 por ciento de las importaciones de petróleo de Estados Unidos. Advierte además que la creciente demanda doméstica, la productividad en declive y reservas agotadas “amenazan la posición del país como nación exportadora de energía”, y señala las severas reducciones de producción del campo de Cantarell, mientras “nuevas exploraciones son obstaculizadas por inversión inadecuada”.
Informa que más de 60 por ciento de los ingresos de Petróleos Mexicanos se destinan al presupuesto del gobierno, y que la inversión privada y extranjera en el sector petrolero sigue en gran medida prohibida por la Constitución, “dejando sólo oportunidades limitadas para la participación extranjera”.
En el corto plazo “es poco probable que el dividido Congreso mexicano apruebe la inversión por el sector privado y, aun si el gobierno reformista de Calderón logra aflojar las restricciones actuales sobre inversión, llevaría años generar la nueva producción”.
Afirma que, “sin cambios significativos, algunos analistas pronostican que México podría convertirse en un importador neto de petróleo en diez años. Para Estados Unidos, este acontecimiento impulsaría un giro dramático y difícil en sus fuentes de energía”.
A la vez, señala lo que considera tendencias positivas en la relación bilateral en torno a la energía: “La integración energética en América del Norte ha avanzado. Redes extensas transfronterizas de ductos modernos y líneas de transmisión eléctrica, comercio sin aranceles a través de las fronteras, compartir tecnología y contacto constante entre funcionarios de energía en ambos países han facilitado un comercio fluido y diálogo constante”. Destaca que el Grupo de Trabajo sobre Energía de América del Norte (NAEWG, por sus siglas en inglés), organización de funcionarios del sector energético de México, Estados Unidos y Canadá creado en 2001, ha patrocinado varios informes regionales, compilado estadísticas, y se ha relacionado con interesados tanto del sector público como privado en las “industrias relevantes”.
Energía y América Latina
El grupo de trabajo del CRE argumenta que, tal como el caso de México, la región enfrenta enormes deficiencias en sus sectores energéticos y que eso “debería alentar a los gobiernos latinoamericanos a ajustar los marcos de regulación y ofrecer oportunidad para la inversión pública y privada de Estados Unidos y otros países”.
A la vez identifica que “el surgimiento del nacionalismo sobre los recursos representa un reto difícil para Estados Unidos y países latinoamericanos”, y afirma que un efecto de esto es que se realicen menos foros multilaterales de alto nivel sobre energía en el hemisferio, lo cual reduce la posibilidad de “enfrentar con vigor los impedimentos políticos, financieros, ambientales y otros en la región. Lamenta en particular el fin de las reuniones hemisféricas de ministros de energía, que se realizaban anualmente bajo el liderazgo de Estados Unidos en el marco de la Cumbre de las Américas, lo cual “deja un vacío”.
Reconoce que cualquier reducción de exportaciones de petróleo de Venezuela a Estados Unidos “tendría implicaciones problemáticas”, aunque descarta un giro dramático a corto plazo. Señala a Ecuador junto con Brasil como las otras fuentes importantes de petróleo para Estados Unidos en la región, indicando que en el primero la turbulencia política y el resurgimiento del “nacionalismo de recursos” han creado un ambiente incierto para la inversión.
Términos “amistosos”
En el caso de Brasil, gracias a los “términos amistosos ofrecidos a inversionistas extranjeros”, como el manejo de Petrobrás, se ha incrementado la exploración, y recientes descubrimientos podrían elevar a esa nación sudamericana arriba de Canadá y México, y sólo detrás de Venezuela en reservas.
El grupo de trabajo concluye que “América Latina permanece (como) una región de producción de petróleo relativamente estable y potencialmente una fuente importante de exportaciones de gas natural, aunque la propiedad estatal y la turbulencia política limitan la participación internacional y del sector privado en algunos países, obstaculizando eficiencia y crecimiento”. La producción en el futuro, sostiene, “dependerá de inversiones sustanciales en exploración y producción, favoreciendo sectores energéticos en países más abiertos a la inversión y a la ampliación de la colaboración y el comercio”.